lunes, 11 de mayo de 2009

POR AQUELLO DE LA INFLUENZA













Por el último mes, hemos estado inmersos en todo tipo de noticias, anuncios, mensajes, teorías, hipótesis, y cuanta cosa quieras, en lo concerniente a la influenza que dejó de ser porcina para ser humana y que los más pesimistas creen que pudiera “mutar”, pero no para hacer mutis, sino para convertirse en una mezcla maligna de influenzas, casi como las que se dan en San Lázaro, y que pueda ser mucho más dañina, e incluso letal para el ser humano (SH1, por sus siglas en español “Ser Humano Uno”).
Se han enviado miles de mensajes por correo electrónico que bien pudieran provenir del máh ohcuro rincón de nuehtro paíh, desacreditando el asunto, haciéndonos pensar que todo es una estrategia orquestada entre Washington y Los Pinos, pero que a la fecha, ya tendría que tener otros muchos colaboradores, dada la aparición de casos en diversos lugares del mundo.
Pero bueno, lo que quiero asegurar, es que todo lo que sucede tiene un porqué, y así como debemos saber como humanidad el porqué de brotes como ese, también como humanidad debemos saber que en conjunto marchamos hacia nuestro gran final.
A ciencia cierta, no puedo vaticinar el cuándo, pero lo que sí puedo decir con toda certeza, es que este tipo de eventos y mucho peores, están debidamente anunciados en las páginas de la Biblia, colección de 66 libros que presentan con lujo de unidad el anucncio del único Dios de las cosas que han sucedido, las que están sucediendo y las que habrán de suceder dado que al único a quien le funciona bien “la bola de cristal” es a Dios mismo, ya que la suya es inalámbrica e inmaterial.
En su palabra, nos da seguridad de que aquellos quienes le creen, gozarán de una protección que ni el tapabocas multicapas más costoso, ni el antibacterial más eficiente pueden ofrecer. Para muestra, basta un botón:
Salmo 91, en una version de lenguaje sencillo enseña:
 1 Vivamos bajo el cuidado del Dios altísimo; pasemos la noche bajo la protección del Dios todopoderoso. 2 Él es nuestro refugio, el Dios que nos da fuerzas, ¡el Dios en quien confiamos! 3  Sólo él puede librarnos de los peligros ocultos y de enfermedades mortales; 4 sólo bajo su protección podemos vivir tranquilos, pues nunca deja de cuidarnos. 5 Ni de día ni de noche tendremos que preocuparnos de estar en peligro de muerte. 6 Ni en las sombras de la noche, ni a plena luz del día, nos caerá desgracia alguna. 7 Tal vez a nuestra izquierda veamos caer miles de muertos; tal vez a nuestra derecha veamos caer diez mil más, pero a nosotros nada nos pasará. 8 Con nuestros propios ojos veremos cómo los malvados reciben su merecido. 9 El Dios altissimo es nuestro refugio y protección. 10 Por eso ningún desastre vendrá sobre nuestros hogares. 11 Dios mismo les dirá a sus ángeles que nos cuiden por todas partes.  12 Los ángeles nos llevarán en brazos para que no tropecemos con nada; 13 andaremos entre leones y serpientes, ¡y los aplastaremos! 14 Dios dice: «Mi pueblo me ama y me conoce; por eso yo lo pondré a salvo. 15 Cuando me llame, le responderé y estaré con él en su angustia; lo libraré y lo llenaré de honores, 16 le daré muchos años de vida, y lo haré gozar de mi salvación». 
Como podrás obsevar, le asiste una impresionante actualidad, y sus declaraciones resultan del todo aplicables a este tiempo de influenza.
Ahora, gracias a Dios, y como expresión popular lo digo, esta epidemia no alcanzó el pronóstico fatalista de algunos, y como pasó con la llegada del hombre a la luna, ya casi ni noticia es lo que está pasando en México y el mundo. El día de las madres vino a reducir la importante influenza a un capítulo ya superado por nuestra sociedad. Todos nos hemos dispuesto ya “a lo que sigue”, como aquél párbulo que se apura a comer las verduras porque no le queda de otra, pero cuando traga el ultimo ”arbolito” de bróccoli, recupera su entusiasmo porque llega el ansiado y felíz moemento del postre.
Entonces, este evento ya carece de interés público, aunque existan algunos cuantos ciudadanos de calidad de los que se encuentran en proceso de extinción, quienes procuran aun los cuidados sugeridos por nuestra autoridad de salud. Así las cosas, nuestra sociedad se proyecta hacia lo que sigue, y al rato la influenza será una página más en el libro de historia como lo es el temblor del 85 o las elecciones del 2000, sin embargo, la historia no ha acabado, la humanidad globalizada habrá de enfrentar nuevos y peores desafíos y lo sé porque están debidamente anunciados por el único que sabe cómo y cuándo acontecerán.
Así que sirva el presente comentario, para invitarte a tí que lees, a que te informes de manera objetiva y fiel, de los eventos que habrán de venir, y no para que “corras la voz, y re-enviés la información a todos tus contactos so pena de que te hagas acreedor de la maldición del sapo negro si no lo haces”, sino para que puedas vivir seguro y en paz, sabiendo con toda certeza que alguien mayor que tú y yo, tiene buen cuidado de nosotros, porque Él mismo lo declara:
“Los ojos de Dios están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos.”

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