lunes, 14 de diciembre de 2020

EL PERDÓN Y LA FE

EL PERDÓN Y LA FE

Por. Danilo Ovando

Manantial Hogar Espiritual

13 Diciembre 2020

manantial.org.mx

@ManantialHE



Cuando los discípulos de Jesús le pidieron que les enseñara a orar, él les dio “el modelo perfecto de oración” que conocemos como el “Padre Nuestro”.

Dicho sea de paso, nunca deberíamos decirlo a la ligera, sino con la convicción profunda de cada palabra, así como debemos hacer toda oración.


Y además, Jesús no les dijo a sus discípulos que debían repetir sus palabras, como loros, sino que les mostró un esquema, una estructura, un razonamiento con el cual rogar el favor de nuestro Padre Celestial.


En este modelo original de oración, Jesús incluye un tema fundamental para la vida del creyente: El Perdón.



Mateo 6

9 Por eso, ustedes deben orar así:

“Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.

11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

12 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13 No nos metas en tentación, sino líbranos del mal.”
Porque tuyo es el reino,
el poder, y la gloria,
por todos los siglos. Amén.


Si buscamos el párrafo 12 en otras versiones lo refiere a ofensas, y en otras como pecados.

De tal manera que podemos leerlo, “perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; o perdónanos nuestros pecados, así como nosotros hemos perdonado a los que pecan contra nosotros.”


Pero sea cual sea la versión que leamos, existe una premisa que debe cumplirse para poder recibir el perdón de nuestro Padre, y Jesús la estableció de manera contundente:


Mateo 6

14 Si ustedes perdonan a los otros sus ofensas, también su Padre celestial los perdonará a ustedes. 15 Pero si ustedes no perdonan a los otros sus ofensas, tampoco el Padre de ustedes les perdonará sus ofensas.


Una de las claves con las que los psicólogos trabajan de manera recurrente, es el perdón. 

Algunos sitios especializados presentan sus opiniones sobre cómo perdonar.


Uno de ellos habla de seis reglas de la terapia del perdón, que afirma que Perdonar:

 

-No equivale a olvidar

-No es minimizar la experiencia

-No es signo de debilidad

-Para hacerlo no se necesita que el agresor se disculpe

-Es un proceso

-Es por nuestra salud y bienestar.


Y presentan lo que ellos  llaman “Pasos de la terapia del perdón”

que son:

-Expresión de nuestras emociones

-Comprender el porqué 

-Reconstrucción de nuestra seguridad y

-Dejar ir

Que “casualmente coincide” con la traducción de la palabra del griego que usó Mateo para escribir su reseña sobre el prototipo  de oración enseñada por Jesús:

La palabra es “aphiēmi”

af-ee'-ay-mee

que significa

enviar, (que podríamos entender como mandar lejos) en varias aplicaciones: - llorar, perdonar, abandonar, dejar a un lado, dejar estar, dejar ir, dejar  tener, omitir, remitir, sufrir, rendirse.


Más adelante en los escritos de Mateo, en el capítulo 18 Jesús responde a Pedro al respecto:


Mateo 18. 

21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: «Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» 22 Jesús le dijo: «No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.»


Algunos se han puesto muy matemáticos para dar el total de veces que debemos perdonar a quienes nos ofenden y han determinado que sean 490, esto es, casi 500 veces.

Es muy difícil que alguien nos ofenda tantas veces, pero si hay quienes las están contando, luego de llegar a las 500 consideren que Dios nos insta a que no se ponga el sol sobre nuestro enojo y esto sucede cada día.


Para que no quedara duda entre sus discípulos, Jesús les puso un ejemplo, las diferentes versiones de la Biblia le llaman “Los dos deudores” 


Mateo 18

23 Por eso, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Cuando comenzó a hacer cuentas, le llevaron a uno que le debía plata por millones. 25 Como éste no podía pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer y sus hijos, y con todo lo que tenía, para que la deuda quedara pagada. 26 Pero aquel siervo se postró ante él, y le suplicó: «Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.» 27 El rey de aquel siervo se compadeció de él, lo dejó libre y le perdonó la deuda. 28 Cuando aquel siervo salió, se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien días de salario, y agarrándolo por el cuello le dijo: «Págame lo que me debes.» 29 Su consiervo se puso de rodillas y le rogó: «Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.» 30 

Pero aquél no quiso, sino que lo mandó a la cárcel hasta que pagara la deuda. 31 Cuando sus consiervos vieron lo que pasaba, se pusieron muy tristes y fueron a contarle al rey todo lo que había pasado. 

32 Entonces el rey le ordenó presentarse ante él, y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella gran deuda, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú tener misericordia de tu consiervo, como yo la tuve de ti?» 34 Y muy enojado, el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de todo corazón a sus hermanos.


Aquí tenemos la clave para el perdón: 

Hacerlo de todo corazón.


Hacerlo de todo corazón significa sin reservas, sin permitirnos esos ánimos encontrados que surgen en nuestro corazón cuando somos ofendidos, menospreciados o ignorados por alguien que es importante para nosotros.

Debemos tener presente que por lo general, quienes más nos ofenden son las personas más cercanas a nosotros. Si yo me descuido puedo ser la persona que más ofenda o hiera a mi esposa, o viceversa. 

Por algo han repuntado los casos de violencia intrafamiliar durante esta pandemia, porque han obligado a las familias a convivir de manera exhaustiva. Quienes salían a trabajar ahora, cuando bien les va y conservan sus trabajos,   permanecen en casa y trabajan desde ahí, trayendo como consecuencia inmediata el trastorno de las dinámicas cotidianas de quienes permanecían en casa. Ahora se tienen juntas o citas virtuales con los colegas o con los jefes y las habitaciones se deben convertir en espacios silenciosos en donde no puede haber ruidos ni risas ni gritos de niños jugando.


Tanto el que tiene que trabajar como los que estaban habitualmente en casa, son sometidos a una presión que frecuentemente da por resultado un quebrantamiento serio de la paz del hogar y que genera una gran cantidad de reproches, ofensas y descalificaciones.


La grave situación que se vive a nivel mundial por la pandemia ha exacerbado los ánimos de la gente y si a eso aumentamos el grado de inseguridad que prevalece en toda la nación, vivimos en un verdadero polvorín de emociones.


Entonces ¿cómo puedo perdonar de corazón si mi corazón está herido por la ofensa? 


Necesitamos fe. Sólo a través de la fe, podemos restaurar nuestro corazón, sólo a través de la fe podemos tener la certeza de la existencia del Dos vivo y verdadero.

Sólo a través de la fe, podemos tener la convicción de su amor eterno.

Sólo a través de la fe, podemos renunciar al ánimo de contienda y venganza.

y Sólo a través de la fe, podemos recuperar la certeza del valor que tenemos delante de nuestro Dios.

Sólo a través de la fe, podemos entender que nosotros no somos mejores que aquellos que nos han ofendido, porque nosotros también hemos ofendido a muchos de muchas maneras.


Perdonar no es una opción, es una obligación para quienes nos preciamos de conocer a Dios.


Perdonar es simplemente seguir el ejemplo de aquél que nos amó a pesar de habernos hundido en delitos y pecados.


Lucas 7

36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. 37 Cuando una mujer de la ciudad, que era pecadora, se enteró de que Jesús estaba a la mesa, en la casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. 38 Llorando, se arrojó a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas y a secarlos con sus cabellos; también se los besaba, y los ungía con el perfume. 39 Cuando el fariseo que lo había convidado vio esto, pensó: «Si éste fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora.» 40 Entonces Jesús le dijo: «Simón, tengo que decirte algo.» Simón dijo: «Dime, Maestro.» 41 «Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. 42 Como ninguno de los dos podía pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora, dime: ¿cuál de ellos lo amará más?» 43 Simón le respondió: «Me parece que aquel a quien le perdonó más.» Y Jesús le dijo: «Tu juicio es correcto.» 44 Entonces se volvió a la mujer y le dijo a Simón: «Mira a esta mujer. Cuando llegué a tu casa, no me diste agua para lavarme los pies, pero ésta los ha bañado con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 No me diste un beso, pero ésta no ha dejado de besarme los pies desde que entré. 46 No ungiste mi cabeza con aceite, pero ésta ha ungido mis pies con perfume. 47 Por eso te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.» 48 Y a ella le dijo: «Tus pecados te son perdonados.» 49 Los que estaban sentados a la mesa con él, comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que también perdona pecados?» 50 Pero Jesús le dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Ve en paz.»


Podemos perdonar porque Dios nos perdonó primero.


Recordemos que Jesús, el cordero de Dios fue inmolado desde antes de la fundación del mundo.


1 Pedro 1. 18 al 20

Ustedes saben que fueron rescatados de una vida sin sentido, la cual heredaron de sus padres; y que ese rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, sin mancha y sin contaminación, como la de un cordero, que ya había sido destinado desde antes de que Dios creara el mundo, pero que se manifestó en estos últimos tiempos por amor a ustedes. 


Llamado


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